Hace unos días navegando entre tantas malas noticias conseguí un artículo interesante de El País de España que titulaba lo siguiente: “¿Volver a salir? Preferiría no hacerlo”. En él, personas de diferentes edades y clases sociales relataban que les causaba de cierta forma ansiedad tener que volver a salir al mundo exterior y que habían encontrado comodidad y felicidad estando confinados. Para muchos, el ritmo de vida acelerado y el consumismo de la modernidad antes de la cuarentena resultaba agotador, tanto física como mentalmente. De repente, miles de personas de todas partes del mundo expresaban en sus redes sociales que finalmente habían podido tomarse un descanso, compartir con sus familias y retomar ciertos hobbies.
Me sentí sumamente identificada y comencé a reflexionar sobre cómo me sentía a principios de año y cómo me siento ahora. Antes de la cuarentena pasé unos meses difíciles que parecen haber sido hace años. Estaba cansada, siempre cansada, corriendo contrarreloj para llegar rápido de un algún a otro. Tomar un autobús o dos, después el metro, luego caminar aceleradamente y finalmente, llegar. Horas perdidas en el transporte público para luego repetirlo todo otra vez.
La vida en sí es dura, pero se vuelve más complicada cuando eres emigrante y estás lejos de todo lo que alguna vez conociste: tu familia, amigos, casa, etc. Los últimos meses en Buenos Aires habían sido complicados y el año pasado fue un desastre.
Hasta hace poco, estuve trabajando de lunes a lunes en dos empleos: uno de lunes a viernes y otro los fines de semana y feriados. Los sábados siendo los días más duros, haciendo dos jornadas laborales: una de 7:00 a.m hasta las 3:00 p.m y otra de 3:30 p.m a 9:30 p.m. Todo para levantarme al día siguiente nuevamente a las 5:00 a.m y volver a ir trabajar. Finalmente, llegaba a casa agotada, abría las redes sociales y terminaba sin querer comparando mi vida con la de los demás. “No me esfuerzo lo suficiente”. “No he tomado buenas decisiones en mi vida”. La realidad es que me estaba enfermando, porque además del cansancio no estaba alimentándome bien y no tenia energía para hacer ejercicio. Comía cualquier cosa que encontraba en la calle y como consecuencia adelgacé muchísimo, incluso descuidé mi aspecto personal en muchas oportunidades. Siempre he sido una chica que le gusta arreglarse, pero habían días en los que ya no me importaba y ya no quería tomarme fotos. Así estuve 3 meses sin parar, pensando cómo iba a hacer para retomar las clases cuando estas volviesen a comenzar a finales de marzo luego de que el verano acabase. Si renunciaba a uno de mis empleos, no iba a poder pagar la mensualidad y si me atrevía a hacer todo a la vez sabía que me iba a terminar fundiendo. Todas esas preocupaciones, entre otras, pasaban por mi mente hasta que un día las noticias que llegaban de China comenzaron a dejar de ser tan lejanas. De pronto, Italia entraba en cuarentena, seguidamente España y en Estados Unidos se desataba una ola de casos aterrador de Covid-19. Era el inicio de la pandemia.
En Argentina comenzaron a tomar medidas progresivamente: primero cancelaron las clases presenciales, así que tuve que cambiar mis materias inscritas a modalidad online y decidí no ser tan exigente conmigo dadas las circunstancias y meter solo 3, más que suficientes. Luego redujeron el transporte público y finalmente entramos en una cuarentena total.
Comencé a trabajar desde casa y empecé a ver mis clases online, aún tenía que ir a mi segundo empleo los fines de semana, pero algo curioso comenzó a pasar: no me pesaba ir, porque no había nadie en la calle. No había ruido, ni tráfico, ni bocinas y podía ir sentada en el autobús tranquila escuchando música, viendo una ciudad fantasmagórica. Nunca había observado a Buenos Aires así, y aunque la escena resultaba algo deprimente, también pude apreciar otras bellezas de la ciudad.
Sin darme cuenta, todo empezó a fluir y ya no tenía ansiedad ni episodios depresivos. Compré un kit para hacer ejercicio en casa y me armé una rutina para no descuidar mis actividades. Seguía y siguen habiendo muchas cosas por hacer, pero pude empezar a hacerlas a mi ritmo. Sin prisa pero sin pausa: el mundo se detuvo y finalmente pude respirar. Y en un par de ocasiones me he sentido culpable por sentirme tan bien. ¿Cómo puedo ser feliz en estas circunstancias en donde millones de personas están sufriendo directa o indirectamente? Miles han muerto y millones se han quedado sin trabajo; vienen tiempos aún más duros. Lo sé, soy consciente de mis privilegios pero esos privilegios tampoco han sido fáciles de conseguir. Todo esto me ha hecho ser más agradecida con quien soy y lo que tengo. Poder valorar el hecho de tener un empleo, de poder seguir estudiando y tener un techo con comida, me hace tomar la decisión día a día de levantarme con ánimo y ser más agradecida.
He explorado cosas nuevas de mi: descubrí que me gusta hornear y me compré un set de bandejas. He hecho galletas, budines y pan. He terminado libros y series que tenía pendiente. He disfrutado de películas clásicas que nunca había visto. Me he vuelto más disciplinada con el ejercicio y entreno todos los días con una colombiana que hace en vivos por Instagram y es como tener una entrenadora personal en casa, incluso he visto mejores resultados que cuando iba al gimnasio. Ahora me alimento varias veces al día de forma súper saludable (yo me cocino todo) y pude subir de peso. Me levanto y puedo disfrutar de un rico café y de un buen desayuno en mi terraza. Limpio y organizo mi apartamento sin apuros escuchando algún podcast que me haga reir. Si me apetece, puedo echarme una siesta de media hora en las tardes para descansar luego de hacer ejercicio o estudiar. Comparto mas tiempo con mi perrito y a veces subo al ultimo piso de mi edificio a ver la puesta de sol. Organizo mi agenda y me emociona levantarme todos los días para hacer mi pequeña rutina simple pero efectiva en la que soy feliz.
Evidentemente extraño ciertas cosas como salir a tomar café, ir al cine, museos o echarme en el césped a tomar sol y mirar el cielo en un parque. Pero las circunstancias me han hecho ser más feliz, porque de alguna forma ya no siento que exista una competencia contra el mundo y el tiempo.
Porque de repente ya no me importa tener que comprarme ciertas cosas: tanto maquillaje, ropa o zapatos. ¿Para qué si no voy a salir en un buen tiempo? ¿Realmente necesito tal producto para sentirme completa? Lo que tengo es más que suficiente. Esa presión desapareció por alguna razón. Y no me malinterpreten, aún quiero cosas buenas y no me engaño a mí misma porque lo material también me da mucho placer. Aun deseo viajar, darme mis gustos, comprarme cosas, etc. La diferencia es que ya no quiero tenerlo todo rápido ni tampoco para demostrarle al mundo que valgo como persona por lograr esas cosas, las deseo porque me quiero y lo merezco.
Se que la cuarentena pasará y progresivamente volveremos a salir a una nueva “normalidad”, sea lo que sea que signifique eso. Pero si algo he aprendido estos meses es que es hora de que muchos nos replanteemos cómo deseamos vivir y redefinir prioridades. Creo que debemos aprender a reconciliarnos con nosotros mismos e intentar descubrir qué es lo realmente importante para nosotros como seres humanos buscando un equilibrio. También hay que saber cuándo tomar pausas y entender que no somos máquinas de producir y que cada quién tiene su ritmo para alcanzar metas y sueños en la vida. En resumen, no debemos sentirnos culpables por descansar o querer apagar la mente de vez en cuando.
8 Comments
Excelente! Si buscamos bien, en toda situación siempre podremos conseguir algo positivo a lo cual aferrarnos. Felicitaciones por tus logros.
Normalmente no leo estas cosas. Pero te soy sincero me parece super interesante tu experiencia y tal cual la relatas. Pienso que ahora estamos descubriendo cada uno… que es lo realmente importante… sin sentirnos tan culpables por el tiempo, y ahora entendemos que no es una variable que podamos controlar.
Excelente…
Excelente reflexiones sobre cómo habrá d enfrentarse la vida , haciéndolo desde el como lo hacíamos antes del Virus, durante y, el después ( porque efectivamente lo habrá) . Abrazos
Esta vez tengo ganas de comentar, porque curiosamente, esta vía o plataforma también es parte de esta realidad. Comunicar, compartir, transmitir. Y casi siempre leo lo que escribes, sea twitter o por acá. Si pudiese definir todo lo comentado, definitivamente estamos en una “etapa” de transformación. Eso puede ser un cambio, una adaptación y en tu caso como bien dices – como emigrante – una re-adaptación, que no debe ser para nada fácil. Junto a esto, esta (maldita) pandemia nos obliga a estar encerrados y de manera casi involuntaria llegan estas reflexiones, ¿estaba realmente feliz antes de esto?, y esto llegó para todo el mundo modo señal: stop!.
Estoy desde el otro lado de la cordillera, Chile. Nuestro sistema de trabajo no es el mejor, vivimos acelerados, más si se trata de estar en la ciudad. Jornadas largas, el trayecto de un lugar a otro, el gentío, estrés, etc. Y esto de estar en cuarentena aterriza en parte, todo aquello. Es como, hey, tranqui, pausa, no ha sido fácil, si bien estoy cómodo en casa, no me gusta el encierro involuntario (jaja) necesito un escape. El otro lado de la balanza me dice, estás bien de salud, sigues trabajando (teletrabajo), estás bajo techo y así, otros ni siquiera tienen esa posibilidad. Podría decir para finalizar que, no sé que estoy esperando que pase pero quiero que pase. Pero sí, siempre se agradece una pausa, en todo los sentidos. El hecho de quedarnos absorto ante “pequeñeces”, detalles, dice mucho.
Cito a Eduardo Galeano “Ser capaz de mirar lo que no se mira, pero que merece ser mirado. Las historias de la gente anónima, que los intelectuales suelen despreciar. Ese micromundo que alienta la grandeza del universo. Y, al mismo tiempo, ser capaz de contemplar el universo desde el ojo de la cerradura. De las cosas chiquitas a asomarme a los grandes misterios de la vida, de la humana persistencia de pelear por un mundo que sea la casa de muchos; y no, la casa de poquitos y el infierno de la mayoría”.
(:
Realmente es motivador inspirador y reflexivo tu manera de exponer tu vivencia como inmigrante y el cambio que tuvo no solo tu vida sino la de todas las personas y cómo usaste esa pausa para reconstruirte como persona para replantear tus perspectivas sueños y metas, enseñas como ver lo positivo dentro quizás de un montón de cosas que pasan que nos parecen negativos. Amo el “aloha” en tu blog así como un twit que escribiste “Otros dia sin vivir en Hawaii en una casita cerca de la playa, usando cholitas y manejando un jeep Amarillo” me encanto lo sentí tan mío ese pensamiento xq siempre he soñado con vivir en Hawaii y me sentí identificado contigo con ese enunciado lleno de sueños lleno de libertad.
Gracias por compartir tu experiencia. Ver las cosas desde el punto de vista real de los demás por alguna razón me hace sentir menos solo.
Me parece increíble lo que dices de reconciliarnos con nosotros mismos. Estoy a mitad de ese proceso y es increíble descubrir lo implacable y a veces injusto que he sido conmigo. Absurdo la verdad.
Estaré pendiente de la próxima vez que publiques por acá, me gustó mucho como escribes.
Oye, me gustó mucho lo que escribes acá. Te expresas tan bien cómo lo haces en Twitter. Comparto tu opinión y me siento identificado con algunas de las cosas que estás sintiendo durante la cuarentena. Espero que todos podamos continuar las cosas positivas que estamos haciendo por nosotros post-cuarentena. Un abrazo y que sigan los lindos artículos.
Tu experiencia es increíble pero muy real lo se. Haces mucho en este mundo que es agobiante. Simplemente pienso que eres una mujer fantástica!